jueves, 22 de septiembre de 2011

Insignificante

Hace mucho tiempo no utilizaba mi catarsis bloguera. Debe ser el hecho de que desde que tengo un compañero, las cosas son más fáciles de solucionar. También tiene que ser el hecho de que la pega no digamos que me deja mucho tiempo.

Hoy me puse a pensar. Pensé que cada padre le enseña a su hijo a ser mejor que él. Pero, casi sin darse cuenta, les dicen donde pertenecen, que de ese lugar no se tienen que marchar. No porque sean incapaces, sino porque es el único mundo que conocen y del cual pueden protegerlo y ayudarlo.

El problema no es ése. El problema es cuando los padres han sido grandes. Cuando se han devorado el mundo y desean que su hijo sea más. Cuando han sido inteligentes, y quieren que sea más que ellos. Cuando han sido valientes, y quieren que sea más.

Alguna vez alguien me dijo que yo llegaría lejos. Que sería más que mis padres, que lograría más que ellos. Que algún día el mundo entero sabría mi nombre. Sí, crecí escuchando la grandiosa vida que tendría.

Pero no lo deseo.

No trabajo para llegar a ser administradora de un local. Lo logré en dos meses y pedí con desesperación que me sacaran de ahí. No escribí un libro para que el mundo me conociera, lo hice porque simplemente quería hacerlo. No entré en la universidad porque era el comienzo de mi "gloriosa" carrera. Lo hice porque quería ser profesora. Y cuando sea profesora, no seré de universidad ni daré cátedras. Me gusta una escuela municipal, o una rural, enseñando tranquilamente, que mis alumnos sean más que un apellido y un número, que sean personas.

Mis padres han sido grandes. Mi padre fue el rostro de miles. Luchó contra injusticias, se arriesgó por el bien común, fue valiente por él y por los cientos que lo escuchaban y aplaudían sus palabras, y que creían en sus acciones. Mi madre es sinónimo de lucha y superación. La vida fue dura, pero salió adelante, y sacó adelante a sus hijos, casi sola. Superó la pérdida de mi padre y siguió luchando. Por su casa, por su vida, por su libertad.

Por mi parte, soy una simple vendedora, alguna vez estudiante, que escribe de vez en cuando y que ama la poesía. Insignificante al lado de ellos, pero me gusta. Sé que los valores y principios que ellos me inculcaron no pasan desapercibidos. Ni en mis lugares de estudio ni en el trabajo. Sé que soy confiable, que hago bien las cosas cuando me interesan. Que doy el paso al lado cuando hay que hacerlo. Sé que la vida me ha dado la sabiduría suficiente para sobrevivir y me dio la inteligencia, que no es otra cosa que el hábito de estudiar, de comprender y la curiosidad que siempre poseo. No es nada del otro mundo.

Soy ambiciosa, y siempre lo fui. Lo que nunca dije es que mi ambición más grande no eran ni poder, ni fortuna. Mi ambición más grande tiene nombre de hombre y duerme a mi lado cada noche. Después de él, lo que sea es mucho.


Venir de grandes no te hace grande. Sólo te da la simpleza de ser feliz.

Sería.