miércoles, 28 de noviembre de 2012

Enseñanzas de Don Quijote I

Hace muchos años, cuando era niña y aún no comprendía sus palabras, mi padre me enseñó que muchas personas llegarán a nuestras vidas, pero muy pocas se quedarán también. Que no debemos encariñarnos, que los amigos son pocos, que cuando se van hemos de dejarlos ir sin rencor y que si la gente quiere hablar, que hablen. Nunca las palabras enrabiadas dirán verdades.

Sé que me equivoco constantemente. Soy humana y está en mi esencia. Pero también aprendo de mis errores y prometí no cometer el mismo que hice con Ella y la Pequeña Ella. Aquí van las palabras a las personas que salieron de mi vida y que sé no volverán.

Musa, dudo que leas esto. No te coloco ese apodo porque inspirases algo, simplemente porque sé que con él sabrás que eres tú. Fuiste importante, jamás lo he negado. No entendí, y no entiendo, que hice para ganarme tu odio pero ya no me preocuparé por ello. Muchas gracias por todas las veces que fuiste refugio, por las veces que me apoyaste, por las que me levantaste y por las que me diste tu amistad. No, no te deseo mal. Me alegro de corazón que seas feliz, pero si decidiste marcharte, fue tu decisión. Ojalá el camino por el que vas te llene de alegría, pero me gustaría que entendieras porqué decidí "borrarte" de mi existencia (y sabes a qué me refiero con "borrarte"). No fue por odio, no fue por bronca, ni siquiera fue porque encontré tonto que metieses a mi pareja en nuestros problemas. No. Fue simplemente porque me cansé de ver que no sacaba nada con tenerte fe si no estabas interesada. Es eso. Fin del tema.

Niña que tiene una nueva estrella en el cielo. Lamento lo que estás pasando, pero no te puedo ayudar. Lo que vives ahora, yo lo viví más crudamente hace muchos años y de mí sólo recibirás  una realidad que no es agradable en estos momentos. Sí reconozco mi error de haberme marchado de tu vida cuando más me necesitabas, pero como dije, si lo hice fue porque pensé que no era tan fundamental. Es triste darse cuenta que no me equivocaba. Lo que te dijo mi madre aquella vez, esa tarde tan lejana, es parecido a lo que yo pensaba. Nada tenía que agregar. Y cuando me llamaste, estuve ahí aunque fuese por teléfono. Pero después no lo estuve. Y no fue porque no quise. Fue porque no podía, porque necesitaba enfrentar las cosas que me estaban pasando. Dudo que lo entiendas. Supe que te burlas de la vez que te llamé preocupada por notar cómo te había afectado mi lejanía. Pero no te preocupes, no pasará más. Gracias por esa navidad que me diste, gracias por hacerme sonreír, gracias por la conversación en el metro Santa Ana, aunque no la recuerdes. Pero para ti también van unas palabras algo malas. Me decepcionaste, tal como yo te decepcioné a ti. Nunca pensé que te burlarías de mi intento de recuperarte pero también me dejó una cosa clara. No volverás. Así que te deseo lo mejor y seas feliz en tu vida. Sé fuerte, alguna vez tendrías que serlo.

Trotamundo europea, para ti sólo buenos deseos. Fuiste un gran pilar. Gracias por arrancarme vida donde ya no tenía. Gracias por ayudarme con el bosque quemado, por limpiar las cenizas conmigo. Tal como llegaste, te marchaste, por eso puedo decir que me siento bien. No te negaré que te extraño, lo hago. Pero sé que eres feliz, sé que estás con personas que te hacen bien, que llenan tu vida, entonces recuerdo los buenos momentos y no puedo sino sonreír. Eres una gran alma, y lo sabes. Eres fuerte, eres luchadora. Inteligente y con metas claras. Aunque no compartiremos todas las cosas que dijimos que haríamos, no siento tristeza. Llegaste en el momento justo para levantarme, y eso te lo agradezco de corazón. Escuchaste cuando nadie más lo hacía y estuviste cuando eché a todos de mi vida. Testaruda, porfiada. Marcaste algo y no puedo sino desearte felicidad y que se cumplan tus sueños y metas.

Ángel Guardián de antaño, la verdad nunca supe porqué te fuiste pero ya no estás. A pesar de tu edad, supiste que hacer conmigo. Me viste llorar, eso no era común. Y me acompañaste al lugar donde el Quijote duerme. Gracias, solo gracias. Espero que algún día veas todas las cosas que te rodean y te des cuenta de lo afortunado que eres. Y si ya lo hiciste, me alegro de corazón que pudieses verlo. Nos miraremos mas no nos veremos. Pero, por otro lado, tal vez fue mejor. Tú querías seguir cumpliendo tu papel y yo ya te gritaba que era libre. Jamás habríamos congeniado así. A ti también te deseo lo mejor.

Eso es todo. Creo que las palabras sobran para los demás. Si se fueron, ya les dije lo que tenía que decir. Si no, creo que tuvimos nuestros motivos para no hacerlo. Con esto los guardo en el baúl de los recuerdos, les vuelvo a dar las gracias y cada cuál a sus caminos. Ustedes en el suyo, y yo en el mío, siguiendo el curso de la vida y aprendiendo con cada paso.

"Cuando seas grande, encontrarás a personas importantes. Pensarás que puedes dar tu vida por ellas. No lo hagas. Los soñadores vemos las cosas de otra manera. La gente no la entiende. Y si la entendiese, se marcharían. Tendrás un sólo compañero de vida y todos los demás irán cambiando. Algunos se quedarán. Aunque te marches, estarán ahí cuando vuelvas. A esos agradéceles la espera y bríndales tu cariño. Otros no estarán en tu regreso. No te amargues, no todo el mundo puede esperar. Tendrás que entender que tal como tú tienes libertad de marcharte, ellos también. Y también estarán los que con rabia divulgarán su molestia hacia ti. Tampoco los tomes en cuenta. Solamente recuerda lo bello, guárdatelo e ignora lo demás. Eso, hija mía, son los riesgos de la amistad"

Gracias papá. Cada día que pasa voy comprendiendo tus enseñanzas. Y creo que no estaban muy lejanas de la realidad. A veces me pregunto cuánto tuviste que vivir para aprender aquello.

domingo, 11 de marzo de 2012

Pequeña tristeza

Cuando llegue la primavera, aquel ceibo estará con flores. Serán hermosas y llenarán el aire de un aroma dulce y tranquilizante. Cuando llegue la primavera, todos estarán felices o muy ocupados. Pasarán raudamente, sin mirar siquiera. Y seremos pocos los que sabemos que ahí hay un pequeño ángel durmiendo. Iremos a verlo, en silencio. Suspiraremos, sabiendo que pudimos haber hecho algo más. Pero no. Simplemente lo acompañamos y tratamos de hacer más llevaderos sus últimos momentos. Pudo quedar solo, pudo ser arrojado en la basura, como terminó mi amada Carya. Pero con él hicimos justicia. Y lo vi en sus ojos. Cuando la vida se le iba de las patas, cuando ya no podía luchar más, me miró. Y lo vi. Era agradecimiento. Por no dejarlo solo, por no abandonarlo, por acariciarle su espalda, en un intento vano de hacer más llevadero su sufrimiento. Era las gracias gatunas que me dio a la distancia tanto el Forrest como la Carya. Era eso de saberse querido, de saberse amado. Y jamás abandonado.

Mientras fumábamos, con el cadáver tapado, reflexioné. Ojalá alguien hubiese hecho eso por mi Carya. Y saber que alguien la acompañó en sus últimos momentos, que le quitó el miedo. Un perro se acostó tras de mí, pues yo tiritaba de frío. Él me dio su calor y cuando murió, volteé y le dije "se nos fue, perro". Y él, en su comportamiento más noble, bajó la cabeza con ojos tristes. Era el mismo perro que pensamos que quería atacar al gato mientras él agonizaba. Pero no. Luego comprendimos que estaba como nosotros, acompañando a aquel ser en su última batalla, en su último viaje.

No cavé la tumba de la Carya. Pero sólo con mis manos y las del Chris, le cavamos la tumba a este gato. No sé su nombre, puede que nunca lo sepa. Puede que pasen los años y aún tenga ese collar con cascabel guardado entre mis cosas. Pero haré todo lo que pueda para darle la paz que a mí me dieron cuando supe lo de la Carya.

Ahora puedo visitar ese ceibo. Es una tumba doble. De aquel gato, que luchó hasta el final y que, pasado el tiempo, se rindió. Y de mi Carya, que fue el único motivo por el cuál viví cuando todo estaba mal.

No siento culpa. Le pedí que dejara de luchar, que no valía la pena el sufrimiento. Le dije "ve con él...ve con ese gato que se parece a ti". Sé que el Forrest lo fue a buscar, como va a buscar a todos los animales por los cuales sentí algo, aunque fueran los últimos minutos de su vida. Hice lo que pude y evité que terminara desechado, como vil despojo de algo indescriptible.

Cuando llegue la primavera, aquel ceibo se llenará de flores. Y serán las más bellas de todo el parque, porque a sus pies, entre sus raíces, se cobija un guerrero de cuatro patas, pelaje de suave seda blanca y la mirada del mar.

martes, 20 de diciembre de 2011

Gordita me veo más bonita :3


Llevo unos días leyendo los blogs de mis amigos y varios blogs al azar. Tuve la "buena/mala" fortuna de encontrarme con blogs de personas que sufrían por ser gordos o de personas delgadas que sentían lástima (o a veces insultaban) a las personas gordas. Eso me hizo pensar durante todo el camino al trabajo. 

No puedo decirles nada en contra de los gordos. Eso de que son felices, es mentira. Pero no porque se odien. Los gordos son felices hasta que alguien los menosprecia por su peso. ¿Por qué?, porque es la primera vez que se dan cuenta que la sociedad los juzgarán por lo que ven y no por lo que son en realidad. 

Y comienza todo el proceso de odio. Odiar mirarse al espejo, odiar que te llamen a comer, odiar comer. Y luego, que no eres lind@, que das asco y un largo etc. ¿Y todo porqué? Porque la sociedad quiere delgados, porque quieres hombres esbeltos, porque quiere mujeres talla 36. ¿Y recuerdan que antaño las personas gordas eran más codiciadas porque tenían más probabilidades de sobrevivir? 

Me costó. La única vez que fui delgada pesaba 57 kilos, todo me quedaba ancho, tenía 19 años y medio y depresión crónica. Para llegar a ese peso no hice dietas ni nada. Mi depresión se encargó de mi inapetencia. Y no comer se volvió el pan de cada día. Cigarros, café y agua, nada más. Y si me obligaba a comer, era peor. Salí de eso, pero no niego que si estoy un día completo sin comer y no tengo hambre, me da miedo. Pero lo superé. Y, lógicamente, subí de peso. Porque siempre he sido alguien gordo. Porque no me molesta (ahora). Subí y recuperé mis rollos, mi cara redonda, mis piernas y brazos "rechonchos". Y la sociedad comenzó a exigirme delgada. Y empezó a gritarme que me quería delgada de nuevo. Nunca fui de las "gorditas simpáticas". Mas bien fui de las gordas con amigas flacas y lindas, que siempre usaron como puente para llegar a ellas. Entonces las oportunidades que se me abrieron siendo delgada fueron bastante tentadoras. Y al perderlas todas cuando volví a ser gorda no fue agradable. Pero abrí los ojos. Simplemente no eran reales. 

La sociedad siguió gritándome que me quería delgada. Y yo les golpee en pleno rostro y me tatué. Luego siguió exigiéndome. Y me tatué de nuevo. Me corté el pelo. Me lo teñí de verde, volví a tatuarme. 

Pasaron los años. Comencé a vestirme sin importarme cómo me veía "mientras hubiese armonía en los colores", no existía problemas. La sociedad me gritaba "GORDA!" tirándome su baba en la cara y yo salía de casa en pijamas a la Universidad. La sociedad me decía que era una vergüenza para ellos y que dejara de consumir tantas calorías, y yo me bebía litros y litros de cerveza. La sociedad me gritaba que nadie me querría gorda, y yo les mostraba que no quería a nadie.

La sociedad se rindió conmigo. Me criticó tanto mi peso, que dejó de importarme. Cada vez que siquiera alguien pensaba en insultarme con mi peso, aparecían mil cosas más que refregarme en la cara y no me importaban. 

No todos tienen la testarudez que yo. Pero el paso de los años me ha enseñado algo. No todos los gordos son felices, pero los que lo son, no les importa ser gordos. 

La sociedad me recuerda todas las enfermedades respecto al peso. Me recuerda que si no adelgazo, mi novio me dejará por otra más delgada. Me dice que si no bajo ahora, seré gorda siempre. No sé. El único punto que me interesa es lo de la salud. Pero mi peso ahora está correcto a mí. Si mi novio me dejara por otra más delgada, de plano no me merecía y punto (pero sé que no lo hará. Ya me lo ha demostrado n.n). Y, sinceramente, prefiero ser gorda siempre. ¿Por qué? Cuando eres gorda y alguien te quiere, te quiere a ti. No tu cuerpo, no el trofeo que puedas representar, no. Te quiere a ti y punto. Por eso los gordos asumidos son felices. Porque saben que el amor que sienten por ellos es real. 

Como ensaladas cuando quiero, pero si quiero comer pan con huevo revuelto, nada malo pasará en mi conciencia. 

Lo siento, Sociedad. Pero con esta gorda, no ganaste. 

Gorda, llena y feliz!! =D 

lunes, 19 de diciembre de 2011

Amor con aroma a café

La casa se llenó del aroma de antaño. Una suave música sonó y se prendieron dos cigarrillos. Nos miramos y sonreímos. Era recordar. Recordar cuando el departamento estaba vacío. Cuando nos escondíamos del frío embriagándonos con el aroma del café. Recordar las miradas esquivas y las sonrisas cómplices. Cuando pensábamos que posiblemente no llegaríamos a ningún lado, pero poníamos todas nuestras energías en llegar más allá de lo que pudiésemos imaginar.

Nuestro amor huele a café. Bastó que encendieras aquella cafetera, casi olvidada al fondo de la alacena. Bastó que el aroma al café que nos unió inundara, como antes, cada rincón del departamento. Bastó tu silencio eterno y suaves movimientos de manos, colocando aquella música. Basto que yo sonriera y me sonrojara. Y volvimos atrás, cuando éramos dos desconocidos conociéndonos, jugando a amarnos y que terminamos amándonos de verdad.

Las cenizas de los cigarrillos bailaron en el aire como antaño. Tus caricias fueron meditadas, como antaño. Mi falsa indiferencia fue como antaño. Y recordamos cómo empezamos a amarnos, como partimos queriéndonos. Como me fuiste sanando y yo, enseñándote. Como si el tiempo no hubiese avanzado y volviésemos a ser esos dos locos, perdidos en Santiago, queriendo ser eternos. Ya sin los apodos de cariños que nos fuimos colocando mientras avanzábamos en nuestra historia. Ya sin nuestros anillos y sin los tatuajes que nos unieron de por vida. Simplemente tú y yo, como fue en todas nuestras vidas buscándonos.

Te amo. Amo tu ser, amo nuestra vida juntos, amo cada segundo que he pasado a tu lado y amo los segundos que hemos estado separados, que hacen que te ame más cuando te vuelvo a ver. Y, sobre todo, amo nuestro amor con aroma a café.

Siete meses, casi ocho, que nos han cambiado la vida. Meses de cafés, cigarrillos, risas, lágrimas, ausencias, presencias, dolores, alegrías. Meses de partidas y de llegadas. Meses de perdernos y encontrarnos.

Amo cada instante. Gracias por la bella sorpresa y gracias por lo que está por comenzar.


Gracias por el café.


jueves, 22 de septiembre de 2011

Insignificante

Hace mucho tiempo no utilizaba mi catarsis bloguera. Debe ser el hecho de que desde que tengo un compañero, las cosas son más fáciles de solucionar. También tiene que ser el hecho de que la pega no digamos que me deja mucho tiempo.

Hoy me puse a pensar. Pensé que cada padre le enseña a su hijo a ser mejor que él. Pero, casi sin darse cuenta, les dicen donde pertenecen, que de ese lugar no se tienen que marchar. No porque sean incapaces, sino porque es el único mundo que conocen y del cual pueden protegerlo y ayudarlo.

El problema no es ése. El problema es cuando los padres han sido grandes. Cuando se han devorado el mundo y desean que su hijo sea más. Cuando han sido inteligentes, y quieren que sea más que ellos. Cuando han sido valientes, y quieren que sea más.

Alguna vez alguien me dijo que yo llegaría lejos. Que sería más que mis padres, que lograría más que ellos. Que algún día el mundo entero sabría mi nombre. Sí, crecí escuchando la grandiosa vida que tendría.

Pero no lo deseo.

No trabajo para llegar a ser administradora de un local. Lo logré en dos meses y pedí con desesperación que me sacaran de ahí. No escribí un libro para que el mundo me conociera, lo hice porque simplemente quería hacerlo. No entré en la universidad porque era el comienzo de mi "gloriosa" carrera. Lo hice porque quería ser profesora. Y cuando sea profesora, no seré de universidad ni daré cátedras. Me gusta una escuela municipal, o una rural, enseñando tranquilamente, que mis alumnos sean más que un apellido y un número, que sean personas.

Mis padres han sido grandes. Mi padre fue el rostro de miles. Luchó contra injusticias, se arriesgó por el bien común, fue valiente por él y por los cientos que lo escuchaban y aplaudían sus palabras, y que creían en sus acciones. Mi madre es sinónimo de lucha y superación. La vida fue dura, pero salió adelante, y sacó adelante a sus hijos, casi sola. Superó la pérdida de mi padre y siguió luchando. Por su casa, por su vida, por su libertad.

Por mi parte, soy una simple vendedora, alguna vez estudiante, que escribe de vez en cuando y que ama la poesía. Insignificante al lado de ellos, pero me gusta. Sé que los valores y principios que ellos me inculcaron no pasan desapercibidos. Ni en mis lugares de estudio ni en el trabajo. Sé que soy confiable, que hago bien las cosas cuando me interesan. Que doy el paso al lado cuando hay que hacerlo. Sé que la vida me ha dado la sabiduría suficiente para sobrevivir y me dio la inteligencia, que no es otra cosa que el hábito de estudiar, de comprender y la curiosidad que siempre poseo. No es nada del otro mundo.

Soy ambiciosa, y siempre lo fui. Lo que nunca dije es que mi ambición más grande no eran ni poder, ni fortuna. Mi ambición más grande tiene nombre de hombre y duerme a mi lado cada noche. Después de él, lo que sea es mucho.


Venir de grandes no te hace grande. Sólo te da la simpleza de ser feliz.

Sería.

lunes, 25 de abril de 2011

Y siguen las palabras


Bueno, las cosas sucedieron así. Qué más se le va a hacer. Yo no quería, te juro que no quería. Pero tu mutismo me indica que, en realidad, te da igual. Una palabra. Bastaba que me dijeses "quédate" y me quedaba. Pero no lo hiciste.

A veces creo que el problema fui yo. A veces creo que no debería haberte permitido tanto sin recibir nada a cambio. Pero, siendo sincera, mi cariño era incondicional. No esperaba nada. Simplemente bastaba que tú sonrieras, que tú me hablaras, que tú llegaras y me llevaras a un lugar sin tiempo y con birras. Bastaba que me regalaras un T-Rex de papel y me dejaras dormir en tus piernas. Era tan sencillo mantener este amor tranquilo. Este cariño sosegado. Se alimentaba del tiempo y de la paciencia.

Pero llegó el día que la mitad de la gente me advirtió. El día que te daría lo mismo lo que yo sintiera o pensase. El día que dirías algo que de verdad me dañaría. Y me dañó. Y es estúpido, porque aguanté cosas peores. Porque soporté mucho con la convicción que estarías mejor, que sería cosa de tiempo. Porque practiqué el "altruismo" casi por inercia. Pero escucharte decir esa tan vana frase, esa tan vacía frase. Mirarte a los ojos y ver hastío y frialdad. No tuve que pensarlo mucho, ¿sabes?

Miento. Si tuve. No quería hacerlo. De verdad no quería. Cuando lo decidí, me demoré en asimilarlo casi una noche completa. Y cuando supe qué significaba, lloré. Porque significaba que ya no estaría en tu vida, porque venían las dudas de que si alguna vez estuve. Porque me sentía estúpida. Porque me preguntaba una y otra vez porqué mierda no te escuché cuando me dijiste que nunca jamás volveríamos a ser algo más que amigos. Y ahí llegó la otra pregunta. Esa que te susurra si alguna vez fuimos amigos. Y mi cerebro me torturaba con lógica, mi corazón se negaba a escuchar y yo...yo solo respiraba tranquila, miraba una pared de mi cuarto, me encontraba sobre la cama en posición fetal (me dolía la panza) y las lágrimas caían solas. Como cuando ni tú estás consciente de que estás llorando. Suspiré, agotada. Cerré los ojos y me dormí.

Al despertar...al despertar fue más terrible. Me sentía horrible, me agarró una enfermedad casi maquiavélica. Pero resistiré. Mala hierba nunca muere. El dolor sí era insoportable. Y mientras me sentaba en la cama, presionando mi vientre, mis ojos cayeron sobre la croquera. Y nuevamente los cuestionamientos, y nuevamente el saber que con una palabra me quedaba.

Ya nada puedo hacer. Lo hice todo. O todo lo que me dejaste hacer. Pero tampoco puedo mendigar. Sé cuanto vales, y también sé cuanto valgo. Sé que te habría hecho feliz. Pero ya ves. A veces las cosas no son como quisiéramos.

Si algún día vuelvo, sin que me llames, es porque te he olvidado. Y me gustaría que fuésemos amigos...pero no estoy rompiendo mi promesa. Te dije que estaría a tu lado hasta que me necesitaras. Y tus últimas actitudes me dijeron que ya sobro en tu vida.

Te quiero. Cuídate.

sábado, 23 de abril de 2011

Palabras


Es difícil decírtelo cara a cara porque agarraste la costumbre de nunca escucharme. O si llegas a hacerlo, olvidas rápidamente cada una de mis palabras. Pero tranquilo. Tampoco pretendo que te aburras leyendo esto, ni que sientas que es un sermón más. Sólo usaré este medio para decirte unas palabras.

No me gusta que te dañes. Me duele ver que algo llevas dentro de ti y no puedo hacer nada para ayudarte, más que respirar profundo y esperar que un día, cualquiera, abras los ojos y te decidas de una vez por todas confiar en mí. Pero no tengo apuro. Contigo he desarrollado una paciencia infinita.

A veces me pregunto qué me lleva a estar tanto tiempo contigo. Pueden ser muchas cosas. Pueden ser muchos motivos. Pero el principal, y el único que te debe interesar, es que te quiero. Y no, no me canso de decirlo porque creo que a veces lo olvidas (o tal vez tengo en secreto deseo que me lo vuelvas a decir).

Somos amigos y eso nada ni nadie lo cambiará. Jamás. Pueden pasar muchas cosas, pero seguiré a tu lado. Porque, a tu manera, has estado a mi lado y no me has fallado.

Puede que te quiera matar el 70% del tiempo. Si lo deseo. Porque me exasperas y me colapsas. Me frustras y me dan unas ganas de agarrarte a charchazos!!! Pero el 30% restante te quiero, te adoro. Te amo porque eres un niño. Te amo con ese amor lindo, con ese cariño que solo ciertas personas pueden brindarte. Aquellos que siempre estarán contigo.

Sigue luchando. Sigue adelante. Aquí estoy. Aquí estamos varios para levantarte cuando lo necesites, para hacerte barra cuando creas que no puedes más.

Siempre adelante, ningún paso atrás. Ni para tomar impulso.






































Y no te preocupes por el tiempo, que es nuestro. ^^