miércoles, 30 de septiembre de 2009

A los testarudos de siempre...

A ellos va esta nota.
A esos seres que, aunque los eche, no se van.
A los que comprenden que la expulsión que hago de ellos en mi vida es un grito desesperado para que no me dejen sola.
A los que me obligan a reír, me golpean si estoy deprimida.
A los que me amenazan con darme el zape de mi vida si sigo pensando en morir.
A los que me sacan de la orilla del abismo cuando estoy a punto de saltar.

A ellos, que hiperventilan conmigo cuando logro comer sin vomitar.
A los que me retan y me dicen "estúpida!" porque no comí en un día entero.
A los que merecen que les de un anillo, porque aún soy incapaz de decirles que los quiero, y es la única forma que encontré para decírselos.
A los que les digo que los quiero y reciben esa confesión, tan difícil para mí, con una sonrisa y un gesto de asentimiento.
A los que les escribo que los quiero, porque de verdad los quiero.
A los que no les importa si me conocen hace 10 años, 11 meses, 3 semanas o dos días.
A los que les da lo mismo si están a kilómetros de distancia, o a un paso de mí.
A los que los siento en mi pensamiento porque no me dejan sola jamás.
A los que me abrazan, aunque manifieste gestos de asco por ello.
A los que me obligan a estar con ellos, aunque a mí me desagrade.
A los que esperan pacientemente a que no los quiera eliminar de mi vida.

A ellos, esos eternos cómplices.

A ellos, con los cuales he compartido días, noches, insomnios, cervezas, cigarrillos, alegrías y penas.

A ellos, que me afirman cuando caigo.
A los que me ven los ojos grises y me abrazan, para que llore en su hombro.
A los que juegan conmigo o me esperan en el andén del metro.
A los que me llaman sólo para decirme "te quiero" y cortan.
A los que leen este blog.
A los que me regalan una flor cortada del pasto, miserable para cualquiera, pero importante para mí.
A los que faltan a clases por una tarde de charla conmigo.
A los que me piden cigarros, o me dicen que no fume tanto.
A los que me abrazan dulcemente y dejan que me refugie en sus cuellos, a aspirar su aroma, tan familiarmente querido por mí.
A los que no importa lo que pase, me instan a seguir con mis historias, mis cuentos, esas letras que corren por mi sangre.
A los que me dan metas...y a los que, simplemente, me abrazan al despedirse y me dicen "te quiero".

A ellos...os digo...


No los quiero. Sencillamente los amo, mis testarudos.

Sé que no me dejarán sola. Y, aunque los odie por eso, no me escuchen. Simplemente recuerden esto. Los amo. Porque son de esos regalos especiales, esos ángeles que mi padre me juró enviar antes de morir.

Gracias ^^

martes, 29 de septiembre de 2009

Confesión

Ya se cumplieron 8.164 días. Son algo así como 195.936 horas. Un cálculo de unos 11.756.160 minutos. Esto nos da unos 705.369.600 segundos, aproximadamente. Y redondeándolo de manera bella, son 22 años, 4 meses y 5 días. Eso es lo que he vivido. Y de ese montón de cosas, montón de números...¿cuándo he estado conforme con algo?...creo que no mucho. Es decir...cuando por fin acepté algo tan esencial como el cuerpo que me tocó...es él quien decide no seguir y que no le gusta como es. Y simple, se hecha a perder.

¿Resultado?

Llevo 15 horas sin probar bocado. No...no es porque me dio la locura de que quiero adelgazar y algo parecido. Simplemente no tengo hambre. Sí...la pesadilla de hace 3 años empezó de nuevo. No recuerdo bien cómo fue que salí de eso. No fueron esas pastillas ni la sicóloga...creo que algo pasó. Conocí a alguien, si no me equivoco...y así comencé a respirar de nuevo. Porque él me quería viva, no muerta.

¿Y ahora?

Hace tres años comencé a hacer lo mismo que ahora. Alejé a mis amigos. Discutí con amigos porque sí. Comencé a quedarme sola, completamente sola. Y, extraño, me sentía tan mal que llegaba a estar bien.

"Calas blancas. Me gustan las calas blancas, no lo olvides nunca..."

Eso fue lo que le dije a la única persona que no me dejó, por más que me quise alejar. Sí, calas blancas...le pedí que me llevara calas a mi tumba porque pensé en no sobrevivir. Porque, simplemente, veía cómo acababa todo y no podía hacer nada...y sí, morí. Cinco segundos. Cinco míseros segundos que cambiaron mi vida completamente. Y no alcanzaron a traerme calas blancas...creo que la última vez que me dieron una cala fue Él. Aquel que dejó que me hundieran de la forma que me hundieron. Lavarse las manos y seguir con la vida, que ya arruinada otra, mientras no sea la propia, da igual.

Pero no. Seguí adelante. Salí y viví. Y continué. Confiando menos. Queriendo menos. El corazón se me fue haciendo de piedra...¿o comencé a dejarlo abandonado? Ya no lo recuerdo. Simplemente vivía, no me importaba nada más. Y sí que viví. Tanto, que hasta llegué a agotarme.

Pero ahora...

Nuevamente la pesadilla comenzó. Tarde me di cuenta. Pensé que me daría cuenta si volvía a suceder. Pensé que notaría cuando este infierno comenzara de nuevo. Pero no. No lo noté. Comienzo a abandonar lo que me gusta, comienzo a alejar a la gente que me quiere...para, finalemente, mi cuerpo me avise que llegamos a la etapa final de autodestrucción.

Pero no quiero...algo dentro de mí no quiere volver a pasar eso...pero...¿cómo salgo?...es decir...hace 3 años salí porque apareció alguien que me quiso tanto, que llegó incluso a rozar el amor con la yema de sus dedos. Pero que me necesitaba viva...ese complemento, esa alma gemela...apareció, me salvó y se marchó. Cosas que pasan. Pero...¿ahora?...¿acaso aparecerá?

Esta vez hice demasiado bien el trabajo. Alejé incluso a los que no pude hace tres años. No niego que en el transcurso he conocido a gente testaruda...pero se van, lentamente, los empujo...hago todo para que se vayan...

¿Por qué?

Porque no deseo que vean como me destruyo, como caigo en este espiral de lágrimas, de soledad, de deseos incompletos...porque no quiero que me vean débil...ni mucho menos, triste...

Porque no quiero hacerlos sufrir...

Bienvenida, depresión crónica, amorosamente decretada por la sicóloga de toda la vida. Ojalá esta vez también te derrote...pero incluso ella, aquella profesional de la slaud mental que hace tres años jamás perdió la fe, esa fe de la que se aferra como náufrago a la tabla, piensa que ahora será más difícil...

¿Por qué?

Porque hace tres años aún amaba...y ahora, solo son migajas...


Tanta vida y tanto de nada...

Sería...