La iluminación con el "Señor X" llegó ayer en la madrugada. Hablábamos de cosas random, como solamente puedo hablarlas con él, y llegué al tema de las relaciones humanas.
Ahí descubrí algo extremo. O por lo menos para mí.
Los humanos somos seres necesariamente sociables. Y sociales también. La necesidad de pertenencia es lo que nos hace encasillarnos en una relación, puesto que cuando el amor es real, el título no es un fin sino una consecuencia. No lo hacen para reafirmar el sentimiento, sino para señalarle al mundo que "aquí no te metas". Pero cuando ese amor es confundido con un sentimiento, cuando es una necesidad, sucede la búsqueda incansable del título para suplir la pertenencia que nos falta. Mientras más grande sea la falencia de pertenencia en un ámbito de nuestra vida, más tratamos de suplirla con otro aspecto.
No creo en las relaciones. Mi pertenencia la encontré en mis amigos. Ése era el gran error, siempre. Llegar a "querer" y "amar", con el deseo con un fin, de una realización de esta pertenencia. Saber que existo porque estás tú. Saber que existes porque estoy yo. Pero más allá de eso, hay sólo vacío y una mudeza inquebrantable.
También llegué a la perfección a través de la búsqueda del placer. El clímax tampoco es un fin. Es otra consecuencia. Si se centra el acto sexual como un medio para llegar al orgasmo, se mutila todo el sentido que tiene el proceso en sí del conocimiento del cuerpo, del palcer, del límite y el sobre límite.
Confundir toda consecuencia como fin nos lleva a una búsqueda errada de la felicidad. He ahí la conclusión a la que llegué. Eso de buscar desesperadamente mi pertenencia con una pareja, me negó el hecho de conocerme a mí misma. Y de saber quién soy y dónde estoy.
Olvidé cómo pertenecerme a mí misma.
Hoy, por otras cosas, agradecí darme cuenta ahora y no en 20 años más. No todos tienen la fortuna de ser quienes quieren ser cuando aún tienen toda la vida por delante (o que fingen tenerla ^^)
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