lunes, 30 de agosto de 2010

Deseo cumplido

La niña lloraba. Sus lágrimas caían por sus ojos, desesperada. Miró la ventana y juntó sus palmas. Pidió de corazón una salvación, un milagro. Quería no sentirse así. Pero nada pasó, porque ella tenía que crecer, así tal cual como imaginó que sería.

Horrible.

Y creció. Y se volvió una muchacha. Y esa muchacha, un día, sintió que ya no podía más. Se cansó de equivocarse. Se cansó de no ser suficientemente buena. Se cansó de no ser amada, querida, correspondida. Se cansó de ser entretención y eterna amiga. Se cansó de esperar, de creer.

No existen milagros. No hay amor. El abandono era un constante. Ella era demasiado humana. No había derecho a reclamo. No había derecho a equivocarse.

Un día sintió ese hielo. El hielo especial, de saber que te acaban de sacar de una vida, y a nadie le ha importado. Solo a ti. Que no eres menos que un recuerdo. Ese hielo entre la espalda y el pecho. Ese nudo en la garganta, de saberte menos que nadie. Sintió su corazón quieto, su respiración pausada. Sintió su cuerpo congelado, pero sin temblar de frío. Sintió los ojos secos, como nunca.

Y sufrió hasta la agonía.

Fue tanto lo que su mente maldijo su suerte. Fue tanto lo que se sintió culpable por toda la miseria. Fue tanto lo que se gritó en la mente que todo camino era por ella, y nadie más. Fue tanto lo que asumió ese dolor, sin llorar, sin derramar siquiera un suspiro. Su voz sonó un poco más temblorosa, era todo. Y pidió una salvación. Urgente, antes de cometer la peor de las locuras.

Un demonio con forma de gato la escuchó. Se acercó a ella y susurró la salvación. Un deseo. Podía pedir el deseo que fuese. Podría pedir la felicidad, y la tendría. Podría pedir dinero, amor, salud, lo que quisiese, y lo tendría. Solo era uno.

Y ella lo tenía claro. Porque pidió lo mismo durante mucho tiempo. Porque se dio cuenta que jamás comprendería ciertas cosas. No sabía porqué las personas se negaban a asumir lo que sentían. Ni mucho menos lo que no sentían. Porque el miedo irracional de quedarse solos los transformaba en monstruos egoístas, al punto que hasta ella, que siempre quiso lo mejor para todos, que su bondad era conocida, que se sabía de la ternura que ocultaba su mirada, se rindió.


Deseo no sentir...


Y se le cumplió. De inmediato olvidó porqué llevaba 3 horas sentada en ese lugar. Olvidó las últimas risas, esas que están entremezcladas con un amor demasiado grande para explicar. Olvidó cuando sonreía, cuando acariciaba. Olvidó la presión en el vientre en un beso. Solo se quedó con recuerdos vacíos, sin ningún significado para ella. Y así, comenzó a vivir, simplemente...



¿Cómo? ¿Así de simple? Sí, así de simple. Si alguien pide no sentir, se le concede de inmediato. El no sentir no significa olvidar toda la historia vivida. Simplemente sabes que la otra persona no recordará nada de los sentimientos entregados o recibidos. La historia en sí lo sabrá. Responderá por instinto. No siente, por lo tanto, si protege a alguien, es meramente porque cree que es más débil que sí mismo. Inconscientemente buscará a la gente con lo mismo que su deseo. Ya no le importarán muchas cosas. Y, sobre todo, respetará más que nunca la palabra dada. Es decir, ya no prometerá ni nada. Simplemente dará su palabra y respetará solamente lo que tenga su palabra empeñada...¿por qué? Porque funciona con lo más básico. Y ése es el comienzo del compromiso propiamente tal.

¿Hay cura? Pues es un deseo. Muy fuerte, sí. Pero deseo al fin. Se rompe con un gesto, con ese gesto que despierta los sentimientos del más frío y corrompido ser. Aquel sentimiento que es la antesala de algo más sublime. Se rompe con un gesto, puro reflejo de aquella salvación.

¿Qué conjuro, qué hechizo es ése? Piensen, creo que tan tontos no son.

¿Por qué les cuento aquella historia? ¡Ah!, es que hace un rato salí a tomar aire fresco. Y como que salí deseando algo de corazón. Tanto, que hasta lo susurraba, pensando que así se cumpliría. Casi entraba en desesperación. La presión en el pecho era tan grande que si no lloraba, moriría de un infarto, fijo xD. Pero no. En lugar de eso, un gato que nunca había visto por los alrededores de la Carya me dijo "deseo cumplido" y desapareció.


Raro, no creen?


























¿Qué siento ahora? Pues...la verdad, nada.

1 comentario:

nino::. dijo...

llegue a tu blog por mera casualidad, pero me encanto la historia, la escribes tu? si es asi tienes un gran talento =) felicidades